martes, 26 de junio de 2012

La vejez debería ser la etapa más feliz del ser humano, aquella cuando la persona está en su máximo sentido de reflexión y espiritualidad y donde necesita  seguir con actividad física y mental.

En nuestro país, existe un marcado tratamiento para los adultos mayores. En la cultura andina se demuestra un mayor respeto, mientras que en la citadina es un insulto que nos llamen “viejo”, porque la globalización ha trastocado valores y conceptos, donde la juventud y el protagonismo, han postergado a este segmento poblacional a la categoría de “inhabilitados” para el sector productivo.

Son las contradicciones de una cultura que tiene como eje la tecnología, que descarta con mayor velocidad al adulto mayor porque lo consideran una problemática y no un potencial humano, a pesar de que este sector ha crecido notablemente.

En la década de la promulgación de las políticas de desarrollo del adulto mayor, bien vale detenerse en cómo empezar a sensibilizar a la población para mejorar su calidad de vida y que el estado apueste por el adulto mayor , valorando su participación activa.


No hay mayor reconocimiento que el respeto, ni mejor medicina que el sentirse útil. La historia nos muestra ejemplos de personas que lograron grandes resultados en su etapa de adulto mayor.

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