Sobre la vejez se han elaborado muchas leyendas, así como una diversidad de
interesantes aforismos que tratan de definirla. Uno de los líderes del
protestantismo, Martín Lutero, sentenció sobriamente: “La vejez es la muerte en
vida”, lo que estaba en el espíritu de la época y los contemporáneos compartían.
Desde un punto de vista psicológico, en la Tercera Edad se aprecian cambios
en las distintas esferas de la personalidad del anciano que la distinguen de
otras etapas del desarrollo.
Sin la intención de abarcar todas las aristas de esta etapa de la vida, ni
pretender agotar las posibles condiciones que la caracterizan, señalemos algunos
elementos que permitan comprender cuáles recursos se demandan en función de los
retos a enfrentar en este período.
Diferentes teorías apuntan, que aunque el envejecimiento equivale a
deterioro, daño o enfermedad, es posible diferenciar el envejecimiento “normal”
o “sano” del envejecimiento “patológico” o envejecimiento con “deterioro o
enfermedad”. Si bien es cierto que el envejecimiento se refiere a diversos
cambios que se dan en el transcurso de la vida individual y que implican
declives estructurales y funcionales, o sea, disminución de la vitalidad; ello
no significa que tal disminución o declive equivalga forzosamente a alteraciones
patológicas.
Es importante saber que envejecer no equivale a enfermar, ni la vejez
significa enfermedad. El envejecimiento implica una constante dialéctica de
ganancias
2. MUNDO AFECTIVO-EMOCIONAL: PÉRDIDAS Y GANANCIAS
La vida afectiva del adulto mayor se caracteriza por un aumento de las
pérdidas, entendiéndolas como vivencias por las cuales siente que ya no tiene
algo que es significativo para él a nivel real y subjetivo. Como parte de las
mismas se refieren la pérdida de la autonomía (valerse por sí mismo, hacer lo
que desea) y las pérdidas referidas a la jubilación, muerte del cónyuge y de
seres queridos, las cuales afectan a todos los ámbitos e implican para el adulto
mayor un proceso de elaboración de duelo.
Otro aspecto de suma preocupación en esta etapa de la vida y que constituye a
su vez, una de sus principales neoformaciones, es la representación de la muerte
como evento próximo, la cual también debe tenerse en cuenta desde una concepción
del desarrollo humano, ya que el adulto mayor comienza a pensar en la inminencia
de su propia muerte, siendo presa de un miedo terrible con tan sólo pensar en lo
“poco que le queda de vida” y no en lo que puede hacer día a día para vivir de
una mejor manera.
Algunos estudiosos perciben la muerte como la última crisis de la vida, ya
que la misma es el punto culminante de la vida; todo se encamina hacia ella. Se
podría ver la vida entera como una preparación para la muerte; aunque cuando la
enfrentamos estemos ante la verdadera prueba de madurez de lo aprendido a lo
largo de los años, lo cual puede ser puesto a prueba en ese momento decisivo en
el que hacemos frente a duelos y rupturas difíciles, pero irremediables. Así
este temor o miedo a la muerte será una especie de miedo al examen de la vida,
al mayor de los exámenes, aunque también se este ante el mayor de los miedos el
cual se va acrecentando en la medida en que transcurren los años.
El estudio de la personalidad del anciano se ha concentrado tradicionalmente,
en la cuestión acerca de ¿cómo afecta el envejecimiento a la personalidad? o
¿cómo afecta la personalidad al envejecimiento? Para dar solución a estas
preguntas se han propuesto diversas teorías y conceptos que revelan el
comportamiento del individuo.
La literatura refiere algunas tipologías de personalidad para el anciano. Un
ejemplo de ellas es la ofrecida por el Kansas City Study of Adult Life (1998) en
los Estados Unidos que las agrupa en 4 tipos fundamentales de personalidad:
• las “personalidades integradas” donde se encuentran los reorganizadores.
• las “personalidades acorazadas-defensivas” donde se encuentran los de
pautas resistentes.
• las “personalidades pasivo-dependiente” donde se encuentran los buscadores
de socorro y los apáticos.
• y las “personalidades desintegradas”
Esta tipología, basada en la estructura personológica, enmascara en alguna
medida una visión involutiva de la ancianidad, por el sesgo negativo que le
confiere a los comportamientos de cada uno de los tipos que propone, obviando lo
nuevo que sin lugar a dudas ocurre durante esta edad (Orosa, 2001).
Me parece muy interesante y educativo tu blog, sigue aportandonos conocimientos referente a ese tema, exitos.
ResponderEliminar