A veces lo que más se desea en la vida es poder controlar nuestras emociones
negativas como la tristeza, la ira, el miedo, etc. Sin embargo, es interesante
plantearse si la adultez mayor se caracteriza por el desbordamiento afectivo, o
por el contrario, por el adecuado equilibrio de las vivencias emocionales.
Una de las tareas centrales del anciano es cuidar de su salud y una condición
para ello es el adecuado manejo de las situaciones conflictivas con las cuales
suele tropezar. No se trata de “reprimir el sentimiento” o “dejar de sentir”,
sino ser capaces de reorientar las emociones negativas de forma tal que logren
expresarse con el menor daño posible.
Quizás se ha sufrido, y la respuesta sea un enfado o molestia excesiva (con
demasiada fuerza), tornando este acontecimiento difícil y a lo mejor sin tener
una percepción objetiva de los motivos que la llevaron a cabo. Pero la
inteligencia emocional sugiere que se puede reconsiderar la forma de emocionarse
y poder dejar de ser esclavos de las pasiones, no justificar los estados de
ánimo negativos, ser capaces de ajustarse a las condiciones de la edad, hacer
uso de la calma para que los problemas no se conviertan en crisis y responder de
manera efectiva a las múltiples demandas que aún la vida requiere. Los adultos
mayores necesitan saber o aprender a manejar adecuadamente éstas u otras
herramientas que le permitan esgrimir los pensamientos negativos de la mejor
manera en pos del autocontrol.
Una situación podría ser aceptar la jubilación, necesitar de apoyo externo
para caminar con seguridad, no ser ya el criterio dominante en el seno familiar
y enfrentar el tratamiento de una enfermedad. El reto consiste en valorar si
éstas son condiciones que inevitablemente deben irritar y deprimir o si se puede
ser lo suficientemente hábil emocionalmente como para no atribuirle esa
potestad.
La autorregulación también hace un llamado a la resiliencia como la capacidad
de respuesta inherente al ser humano, a través de la cual se generan respuestas
adaptativas frente a situaciones de crisis o de riesgo (Vera y otros, 2006). Sin
lugar a dudas este concepto suele estar vinculado al autocontrol del adulto
mayor en el sentido de saber afrontar y responder adecuadamente frente a los
diversos problemas cotidianos y acontecimientos vitales a los que se ve
expuesto. Además, la resiliencia tiene su vinculación con otras aristas de
interés de la inteligencia emocional que se retomarán más adelante.
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