Son todavía pocos los estudios sobre las características del desarrollo
emocional en las personas mayores. En las investigaciones sobre los cambios en
la emoción y motivación de las personas con el paso de los años, se ha analizado
la intensidad de la experiencia emocional con resultados contradictorios.
Existen investigaciones que apoyan la idea de una menor activación del sistema
nervioso aunque algunos estudios argumentan lo contrario debido a un decremento
en la eficiencia de los mecanismos homeostáticos de restauración del equilibrio
(Fernández-Ballesteros, 1999). Por lo que se refiere a la capacidad de expresar
las emociones, las personas mayores no diferirían de las más jóvenes.
El desarrollo emocional del adulto mayor adquiere una significación especial
que se enraiza en un manejo factible de las emociones y en la capacidad de
expresarlas en toda su magnitud de una forma muy particular e irrepetible, de
ahí que resulte muy importante comprender cómo se manifiesta y expresa la
inteligencia emocional en esta etapa de la vida.
Apreciando de cerca las pérdidas que va vivenciando el anciano, además de las
preocupaciones con las que convive en su cotidiano de vida, se hace necesario
disponer de un conjunto de capacidades en la esfera emocional, en aras de
enfrentar satisfactoriamente un arsenal de situaciones personales y sociales. Y
entonces la educación emocional se impone.
Para llevar a cabo esta tarea satisfactoriamente es necesario esclarecer en
qué consistiría el éxito de la misma y hacer eco en las visiones más saludables,
lo que se propone es que la meta en esta etapa de la vida sea lograr que sea
como otras, una etapa de crecimiento personal.
Un recorrido por las distintas dimensiones de la inteligencia emocional
sugiere un conjunto de capacidades emocionales que resultan pertinentes y
necesarias para una ancianidad que le apueste a la felicidad.
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