Una fruta madura
significa que esta dulce, que esta lista, que está en su mejor momento para
comerse. En el ser humano, la madurez produce un estado similar: es un momento
en donde la persona puede experimentar una especie de dulzura especial y
diferente con sus sentidos y su sexualidad.
La edad impone todo
tipo de cambios, desde anatómicos hasta fisiológicos y psicológicos, los cuales
van transformando las respuestas sexuales tanto del hombre como de la mujer.
Sin embargo, una estimulación y comunicación adecuada con la pareja pueden
lograr relaciones íntimas placenteras y muy satisfactorias después de la
tercera edad.
Sin embargo, muchas
veces, los prejuicios y factores tanto sociales y personales impiden que se
disfrute de una sexualidad y sensualidad gozosa después de esta edad, ya que se
desarrollan todo tipo de complejos, juicios y culpas que impiden y condicionan
el disfrute de compartir íntimamente con la pareja después de los 60 años.
La sexualidad, de la
tercera edad en adelante, puede ser ciertamente distinta a la que se practicaba
en la juventud: los cambios del cuerpo de la mujer, por ejemplo, pueden hacer
dolorosa una penetración, ya que en la menopausia se dejan de segregar
las hormonas femeninas que estimulan el apetito sexual y provocan la
lubricación de la vagina. Además, los labios de la vagina reducen su grosor, las contracciones uterinas son
molestas, y el clítoris, aunque mantiene la respuesta a la excitación, se
contrae con más rapidez después del orgasmo. En el varón también ocurren
cambios después de la andropausia, y aunque muchos varones mantienen su antojo
sexual por mucho tiempo, llega un momento en que los contactos o acercamientos
íntimos con la pareja suelen ser más espaciados, y pueden variar su ritmo e
intensidad.
Debido a todos estos
cambios, la sexualidad se puede empezar a convertir, entonces, en algo más
sensual que sexual, se pueden empezar a despertar otro tipo de emociones y
sentimientos como la ternura y una forma distinta de sentir el amor y las
caricias. Todo esto no deja de ser un compartir íntimo sexual importante con la
pareja, una actividad que puede brindar muy gratos beneficios, el problema es
que uno mismo se impide que su vida sexual o sensual siga, cuando esta puede
ser tan larga como su existencia misma. La continuidad en las relaciones
íntimas como una fuente de goce, descubrimiento y expresión amorosa después de
la tercera edad no es ni mala, ni indebida ni debe causar angustia ni rechazo,
esta comunicación corporal sigue siendo, hasta que uno quiera, una forma de
acercamiento, conocimiento y expresión de cariño.
• Ayuda a la
persona a conectarse emocionalmente con las cosas que le rodean.
• Provoca sentimientos de ánimo y exploración.
• Las facultades de la mente se mantienen vivas por mucho mayor tiempo.
• Mejoran los estados de salud, incluso pueden desaparecer dolencias,
achaques, etc.
• Alienta a la comprensión y observación.
• Evita la frialdad emocional, la amargura y la soledad.
¿Qué puede impedir el disfrute de una sensualidad después de la tercera edad?
• Toma exagerada de medicamentos.
• Sensación de negación
• Admitir que ya no se puede explorar ni conocer cosas nuevas con el
cuerpo.
• Volverse susceptible e influenciable a prejuicios y negaciones que
impone la sociedad y los criterios tanto personales como de la familia,
religión, medios informativos que opinan de forma negativa respecto a las
relaciones íntimas de las mujeres y hombres mayores.
• Se asumen posiciones como que el amor, la sensualidad y el romance sólo
son cosas de la juventud o hasta cierto tiempo.
Si bien todo se
transforma, hay que asumir sin duda que la sexualidad cambiará y se
transformara en otra cosa con el paso del tiempo, pero esto no debe ser un
impedimento para disfrutar de las sensaciones corporales, sino un proceso
normal y natural el cual se puede conjugar con el estado de comprensión y
entendimiento del cual muchas veces se carece en la juventud, lo que puede
enriquecer mucho en encuentro con la pareja.
En este momento se
puede aprovechar, además, que el cuerpo no esta tan distraído por los
escándalos del sexo ferviente de la juventud y se puede llegar a una
dulcificación de los sentido por medio del encuentro intimo con la pareja: la
ausencia de la sexualidad acalorada puede empezar a dejar paso a sentimientos
como la ternura, el amor no sexual, una diferente sensibilidad de los sentidos,
la reflexión, la creatividad y el acercamiento entre dos seres sin el matiz
erótico, lo que puede enriquecer en todo sentido la vida de una pareja.
Estos nuevos modos de
empezar a sentir a la pareja son sin duda los que pueden ayudar a mantener el
alma viva y encendida, fértil y renovada, joven y animosa. Disfrutar una
sexualidad madura, con nuevos matices, solo requiere actitud, de una intención
por encender el incienso de los sentidos dentro de otros terrenos, una emoción
por explorar que hay, quizá, detrás de la ferviente sexualidad de la juventud,
lo cual puede retroalimentar de formas profundas el espíritu y el
alma.
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